
"Como todos los años inicio mi campaña por el cambio horario", dice el autor de esta nota y agrega "que nadie tendrá en cuenta", como si fuera "una campana de palo".
La naturaleza entró en una etapa de monetarización y financierización a través de los bonos de carbono, bolsas verdes y otras iniciativas de los capitales privados.
Opinión 22/04/2023 Por Ricardo Mascheroni*Por Ricardo Mascheroni*
Decía el filósofo y polifacético artista Eduardo Sanguinetti: “¿Por qué me ocupo de la ecología? Porque la violación de la Tierra es un aspecto esencial en la recontrarevolución del capitalismo y sus vertientes. El genocidio contra los pueblos y contra todos los seres es un “terricidio”. …no basta ya terminar con las personas vivas, hay que impedir la existencia en este planeta de los que aún no han nacido.” (1)
En la fecha, desde hace más de medio siglo, se recuerda el día, denominado en 2009, de la Madre Tierra o Pachamama, que llevó a muchos a creer que estábamos frente al alumbramiento de un nuevo paradigma más respetuoso del ambiente y menos injusto en lo social.
Las esperanzas y utopías puestas en una relación más armónica, racional y menos agresiva con el entorno, no sólo que no se ha materializado, se ha profundizado la degradación, haciendo de la Tierra un lugar cada vez de más difícil supervivencia, sobre todo para los pueblos de los países empobrecidos de la misma.
Hace años, el concepto de “desarrollo sustentable” pergeñado por los que tienen poder de vida y muerte en el planeta, aparecía como la varita mágica que todo lo solucionaría o “una tierra prometida” en la que los mezquinos intereses económicos, la desigualdad y la destrucción, dejarían paso a la solidaridad y la preservación ambiental.
Pero la crisis civilizatoria y ambiental, de la mano de la obscena acumulación de riqueza, se ha multiplicado a niveles escandalosos.
El concepto de desarrollo sustentable, devenido en desarrollo sostenible, eco desarrollo, desarrollo verde y tantas otras variantes igualmente hipócritas y cínicas, nunca avanzó en su efectiva materialización y menos en su puesta en práctica. Si así se hubiera hecho, la realidad social y ambiental sería totalmente distinta.
Eso sí, entretuvo bastante y sobre todo contribuyó a engalanar muchos discursos de una fauna variopinta de funcionarios y opinólogos, transformándose en un chicle que se estira y acomoda a cualquier circunstancia.
Años después, ante el fracaso casual o deliberado de las políticas de preservación del Planeta, los responsables de la debacle saben que es necesario actualizar conceptos y sobre todo imponer nuevas consignas, que en una suerte de colonización cultural, reavive el engaño de millones, que creen inocentemente, que los organismos internacionales, sostenedores del status quo de la apropiación de recursos, pueden variar estas tendencias.
Pensar que la ONU, organismo desprestigiado si los hay, con su inoperancia absoluta en la solución pacífica de los conflictos bélicos que se han desatado en los últimos 50 años, puede resolver satisfactoriamente los problemas sociales y ambientales, es pecar en un exceso de inocencia peligrosa.
Los números de las políticas globales se constituyen en una clara radiografía del fracaso o el genocidio encubierto que azota a la población mundial con datos aterradores: 1.020 millones de personas tienen desnutrición crónica; 1.000 millones no tienen acceso al agua potable; 1.000 millones de ellas son consideradas “sin techo”; 1.600 millones no tienen electricidad; 2.500 millones no tienen servicios cloacales; 800 millones sufren analfabetismo; y 18 millones de ellas mueren por año, a causa de la pobreza, la mayoría menores de 5 años.
Frente a estos datos, provenientes de organismos internacionales, uno se ve tentado en decir que este es el saldo luctuoso, del remanido “desarrollo sustentable” reinante globalmente.
Las nuevas creaciones ideológicas, preparadas por el poder global y que se repiten son: “ECONOMÍA VERDE” Y “GOBERNANZA MUNDIAL”. Términos casi esotéricos para personas neófitas y no tanto, que nadie deliberadamente precisa, que oiremos asiduamente en boca de expertos, funcionarios, ONGs. y en los informes de cronistas de la comunicación social.
Por la ECONOMÍA VERDE se podrá medir, pesar y poner precio a los patrimonios nacionales, los que cotizarán en bolsa y serán vigilados y distribuidos por el omnipresente mercado.
La naturaleza ha entrado en una etapa de monetarización y financierización, a través de bonos de carbono, bolsas verdes y otras iniciativas que ponen a los capitales privados como encargados de la protección de aquella.
Quién más tiene, más puede y los detentadores del poder económico se apropiarán de la mayoría de esos bienes sin cuestionamientos, pagando monedas a los poseedores de los mismos, comprometiendo su futuro y su calidad de vida. .
La “GOBERNANZA MUNDIAL” consistiría en la creación de un organismo supranacional dentro o no de la esfera de la ONU, que controle el uso de ese patrimonio. Una especie de zorro libre en el gallinero.
Disimulado por el maquillaje verde, las multinacionales y sus medios, hablan de responsabilidad social empresaria, consumo verde, autos ecológicos, biocombustibles, desarrollo sustentable, revolución verde, resiliencia, etc., mientras llenan sus faltriqueras a costa del futuro común y las carencias de millones.
El poder global no hace concesiones, menos está dispuesto a renunciar a sus privilegios ni al modelo de desarrollo agresivo que tantas ventajas le ha reportado, aunque condene a gran parte del mundo a la indigencia más cruel.
*Ricardo Mascheroni, docente universitario / Columnista de HORACERO
Ref.: 1.- Blues cincunstancial “the BIG relato”, Prosa editores, página 20, año 2017.
"Como todos los años inicio mi campaña por el cambio horario", dice el autor de esta nota y agrega "que nadie tendrá en cuenta", como si fuera "una campana de palo".
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