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POBREZA, DIGNIDAD, VIOLENCIA

Ser pobre en Argentina y en todo el mundo tiene una fuente material radicada en los actuales dueños de las riquezas. Las estadísticas solo sirven para estigmatizar la pobreza.

Opinión 21/07/2023 Por Antonio M. Yapur*
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Foto Agencia

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Por Antonio Miguel Yapur*

POBREZA

Ser pobre puede ser una disquisición en la que se relativizaría el sentir popular. Es un debate legítimo, pero no prioritario. Por el contrario, se podría afirmar que la pobreza es una construcción humana y no un castigo divino.

Ser pobre en Argentina y en todos los países del mundo tiene una fuente material radicada en los actuales dueños de las riquezas. Las estadísticas son una herramienta útil para estigmatizar la pobreza. Así te etiquetan como pobre o no tanto.

Lo que no se discute, lo no debatido y mucho menos cuestionado, es cómo se originó la riqueza, me refiero a la riqueza de los ricos.

Las conclusiones de los "sabios del Olimpo" (los analistas) te dicen cuándo estás por encima o por debajo de un "índice", incluyendo el de la mano, de pobreza.

También ahí te etiquetan, o estás por debajo del "índice" de pobreza o por encima de él. Si estás por debajo, ya entraste en un vórtice que te puede llevar a ser "indigente" y mucho menos, y como eso no tiene fondo, andá a saber en qué "infierno" te detendrás.

En cambio, si estás por encima del "índice", quizás tengas la oportunidad de transitar hacia un sendero de más estirpe, hasta quizás puedas ser un gran burgués. Eso no importa tanto, es mucho mejor que seas aspirante, ser aspirante es más meritorio que lograrlo. Te convierte en más obediente y silencioso.

Eso sí, tiene un techo, es el Cielo, ese lugar que no es para todos, está reservado para un pequeño grupo, muy pequeño, que nunca los conocerás ni te acercarás. Son los intocables, según ellos mismos, algunas veces quizás los veas por televisión, pero un poquito, nada más, ni siquiera podrás besarles el anillo como en antaño.

Ser o no ser es el dilema shakespeariano, ser o no ser es la disyuntiva del capitalismo.

Se trata de ser pobre y no ser, o ser burgués o no ser, ser capanga o no ser. En ello podés poner tus aspiraciones, siempre y cuando sean solo individuales.

Ser pobres a secas no es igual que ser pobre con aspiraciones burguesas. Ser pobres a secas tampoco es lo mismo que sentirse pobre y condenado. Ser pobre es simplemente un punto de inflexión.

El ser aspirante a burgués es a veces desconcertante y quizás te entusiasme por un rato, es tener algún bienestar económico y también un trocito de poder que te permite pisar algunas pocas cabecitas por un rato. Lo que sería bien visto por los intocables.

Al relacionar solo tu nivel de ingreso económico con tu bienestar personal, están elaborando cuidadosamente tu ego para que creas que sos un elegido, un dotado, un meritorio aspirante. Y ahí te dejan solo, solito, para observar tu aguante, tu "nobleza".

No te lo olvidés o se encargarán de recordarte que se lo debés a ellos, a los empresarios.

Sino nada, y de vuelta al vórtice.

Ser pobre no es suficiente, también debés sentirte condenado, ahí ni siquiera tendrás aspiraciones y menos aún esperanzas. Así tu ingreso al vórtice es más libre, con pocos condicionamientos, pues los condenados ya saben cuál es su destino y están resignados a él. Los condenados deben estar derrotados, así cualquier fosa común les da lo mismo.

La libertad del capitalismo es esa, no lo pierdas de vista.

DIGNIDAD

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Es un valor difícil de sostener en estos tiempos; el capitalismo lo monetiza e intenta devaluarlo a un asunto económico, y algo de ello han logrado: la dignidad es sincretizada a un valor frugal. Procura ponerle un precio.

Mercadear es la principal y casi la inefable esencia del capitalismo. Tu dignidad debe tener un precio, o bien, el precio es el límite del valor de tu dignidad.

No es tan difícil; te dicen que tu salario debe ser el que te brinde una vida digna, pero no te aclaran ni contemplan lo que es una vida digna para ti y mucho menos para tu familia, si la tienes. Para el capitalismo, tu salario es el precio de tu dignidad. No quieras modificarlo, ellos te lo dan.

Sin embargo, resulta que nunca tu salario llegará a alcanzar un nivel de dignidad, porque es solo un costo. Cuando lo aumentan, de antemano o inmediatamente, corren ese límite de tal manera que tú no te sientas digno según sus conceptos mercantilistas.

Los ricos saben que pueden hacer eso impunemente, pues sus objetivos están más allá del dinero. Para el capitalismo, el dinero no es un conflicto en sí mismo porque pueden reproducirlo infinitamente. El dinero es solo la herramienta para que tú vayas comprando tu dignidad; es más, te la venden en cuotas si quieres.

Observa lo que ocurre en Jujuy: los pueblos originarios no respaldan la Constitución Provincial, y una gran cantidad de los jujeños tampoco. Los empresarios, a través de sus legisladores, el gobernador Morales y sus justicieros de la Justicia, la aprobaron entre medianoche y el canto de los gallos.

Para los pueblos originarios, la tierra no tiene propiedad y, si la tiene, debe ser comunitaria o colectiva; en ese marco, reclaman sus derechos (ancestrales y actuales).

Para el gobernador Gerardo Morales y sus empresarios, eso es subversión, delincuencia, manipulación foránea. Admiten en el territorio un solo tipo de propiedad, la privada de ellos, la de terratenientes y empresarios.

Para el poder, es inconcebible que las comunidades reclamen derechos colectivos. Eso merece palos, cárcel y muerte y justifica toda la violencia posible para restaurar la infame propiedad empresaria.

Los ricos, cuando gobiernan, hacen la guerra sabiendo que los muertos son nuestros y los que sobreviven deben estar derrotados. Así te arrojan a ese vórtice infernal o te usan de reserva. Es la indigna condición de la dignidad que quieren comprar.

Ser digno para ellos tiene un precio; no obstante, el valor de la dignidad persiste y podrás comprobarlo estando junto al otro, a tu par.

VIOLENCIA

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CITA

La violencia también está perfectamente normalizada por el capitalismo, y los capitalistas tienen algunas premisas: una de ellas es que ellos nunca son violentos, solo ejercen la violencia para resguardar "sacrosantos valores".

Otras premisas son:

Los violentos son los pobres y los no pobres que se resisten a ser abatidos.

Aquellos que resisten no tienen pensamientos ni emociones propias; cuando luchan y reclaman, son "arrastrados" por los ideólogos del mal.

Los no derrotados, sean pobres o no, son violentos porque cuestionan el omnipotente estatus del capitalismo.

Si se te ocurre pensar que tu salario es una dádiva, sos un violento.

Existen otros motivos para ser considerado un violento: entender que tienes derechos a la salud, a la educación, a la vivienda, a la cultura, al ocio.

Por supuesto, ni hablar de la tierra, no tienes derecho a ella. La tierra y la Tierra son propiedad exclusiva y privada de los empresarios.

En el capitalismo te está prohibido soñar y desear. Solo te permiten tener aspiraciones, y así podrás juzgar a tus pares o castigarlos en nombre del Poder.

Si osas algo diferente, eres un violento y habrá que derrotarte. Cualquier duda que tengas, puedes consultarla con Gerardo Morales.

Ahora bien, nunca creas que el capitalismo es violento; los empresarios son solo usuarios de la violencia para cuidarte y persuadirte.

Te convencen de que eres pobre por voluntad divina, que es como una donación que tú mismo haces para la causa de los poderosos. Y si no te lo tragas, entonces eres lisa y llanamente un criminal, un subversivo, alguien destinado a algunos de los infiernos que ellos elegirán para ti.

Ten fe, el capitalismo te violenta para que te transformes en ese objeto deseado por ellos.

*Antonio Miguel Yapur, editor responsable de HoraCero

Créditos gráficos: Fotografía de agencia internacional - Susi Maresca

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