El señor de la guerra y el final del sosiego de la víctima

Escribe Antonio Miguel Yapur*

Mató, mató, mató.
Cada día, cada noche.
Cada semana, cada año.
Cada niña, cada niño.

Mata, mata, mata.
Cada mujer, cada cría.
Mata el señor de la guerra
a su víctima
cual presa descuidada,
hastiada, herida.

Mata el poderoso 
a la víctima inmolada
Solo mata... Mata.

Hace un tiempo, bastante antes de esta guerra hoy evidenciada en Palestina, una amiga que vive... o quizás vivía en Gaza, tenía a uno de sus niños pequeños, internado en un hospital por haberse accidentado mientras jugaba.

Llevaba más de una semana internado y la herida se estaba complicando porque en el hospital no podían darle los medicamentos necesarios debido al atroz y violento bloqueo por parte del gobierno de Israel.

En una de las comunicaciones que tuvimos, le propuse enviarle algo de dinero para que pudiese comprar en forma privada los remedios y me advirtió que no sería sencillo que pudiera recibir ese dinero, porque el dinero también era controlado por Israel.

Efectivamente, cuando entre varios intentamos hacer una transferencia, la mayoría de las empresas  nos respondían que no enviaban dinero a Gaza, solo hallamos una nos permitiría hacer un envío, pero el dinero debía ser enviado a Tel Aviv y luego someterlo al  análisis del gobierno israelí, ellos decidirían si lo remiten o no al destinatario en Gaza.

Entonces preguntamos si ese dinero, una vez llegado a Tel Aviv y si allí se decidiese no entregarlo al destinatario de Gaza, nos sería devuelto. La respuesta fue “la empresa no se hace responsable”.

No sé si mi amiga de Palestina, la que vive en Gaza, a la que el bloqueo histórico israelí le impide una vida tranquila, ella que ahora está sufriendo el bombardeo sionista, no sé si aún vive. Hoy, justamente hoy, no sé si Reem y sus hijos están vivos.

Esa guerra no tiene casi nada de diferente a otras, el poderoso durante más de 70 años asesina a un árabe, a un palestino, tal como lo hicieron y hacen otros poderosos con nuestros pueblos en América y África.

Este poderoso actúa con la misma enseñanza y ensañamiento del nazismo, con la misma irracionalidad, con idénticos objetivos. Antes era la supremacía blanca y alemana la que mató a 40 millones de humanos, entre ellos muchos judíos. Hoy es la supremacía sionista la que pretende eliminar de la faz de la tierra a cada palestino, o lo que es peor aún, reducirlos numéricamente para someterlos tal como lo ha hecho el mundo occidental en nuestro continente, “matar al salvaje para salvar la civilización”.

El capital es un émulo fiel de la clase apropiadora en las diferentes épocas de la historia. Las guerras fueron y son para sustentar el poder económico, político y simbólico de un grupo muy pequeño de humanos. Los territorios deben ser apropiados hasta por derecho divino, es la excusa necesaria y mítica para producir y acumular riquezas.

El cristianismo en occidente puede mostrar mucho de todo esto a través de sus exterminios inquisitoriales y cruzadas hacia una Tierra Santa concebida por ellos como propiedad privada.

Hoy el sionismo ha transformado a Israel en un Estado terrorista, en un Estado en el que la  muerte de un palestino,  ya ni siquiera es un daño colateral, sino una necesidad imperiosa para sostener la invasión territorial sobre Palestina.

El pueblo judío no es el depredador natural del pueblo árabe. 

El sionismo, es una ideología encubierta en un esquema religioso económico y es el agresor. Cuando una ideología como el sionismo se atribuye derechos divinos y pureza étnica, es algo que el mundo ya ha conocido, fascismo.

El sionismo no representa a una etnia, solo se atribuye esa representación y la distorsiona como creencia para darle valor religioso y caracter de divinidad indiscutible. Así impide que sea cuestionada por el propio pueblo judío.

El sionismo se aprovechó de símbolos preciados de la humanidad y del pueblo judío, como el holocausto provocado por el nazismo durante la segunda guerra mundial. Los desvirtuó y construyó un manto con el cual cubre todos sus crímenes, incluso los de guerra.

Pero la agresión sionista no es un hecho aislado ni único, es parte del plan de guerra de la OTAN hoy dominada por el núcleo de poder de EEUU.

El exterminio que se está produciendo en Palestina es altamente preocupante para toda la humanidad. 

Palestina es parte de un único plan que se ejecuta con diferentes intensidades. En nuestra América; Bolivia fue golpeada para apropiarse del litio y otras riquezas, en Brasil se exterminó a toda una tribu amazónica por el oro, en Perú se reprime con violencia inusitada cualquier reclamo de los pueblos originarios y podemos mencionar hechos similares en Guatemala, Haití y Cuba que es el emblema del castigo del capitalismo occidental a la dignidad.

La violencia colonial y neocolonial de occidente es intensa, cotidiana, real y muchas veces intangible. Los pueblos originarios americanos, africanos y orientales para la hegemonía capitalista, son los salvajes exterminables que se oponen a su civilización occidental. 

Para ellos el planeta entero es un objeto de ganancias, todo lo que vive dentro de él y que no pertenece a su supremacía blanca, puede ser aniquilable.

La actual avanzada violenta de la OTAN ya tiene un hito en Ucrania, donde los restauradores del nazismo son la punta de lanza de esa supremacía capitalista. En Palestina, la preeminencia blanca y occidental está cultivada, abonada y cosechada por el fascismo sionista.

La paz no es una moneda de cambio para el capitalismo, el negocio de la guerra sí lo es.

Por ello, es una necesidad imperiosa que los pueblos actuemos, nuestra indiferencia ante la guerra abona el terreno de la violencia. 

Es una necesidad que los pueblos nos expresemos a favor del cese del fuego en Palestina, los muertos y los sufrimientos los ponemos nosotros, los pueblos. 

Israel debe retirarse a sus fronteras originales, la ONU debe intervenir con una fuerza de paz multinacional sin predominancia occidental que garantice no solo el alto al fuego sino el respeto a las fronteras históricas de Palestina y accionar para lograr la constitución definitiva del Estado Palestino.

*El autor es Editor Responsable de HoraCero