
En las efemérides de hoy, figura el Día Internacional del Orgullo o Día Internacional del Orgullo LGBT y otras variantes de la sigla, es un día que se celebra mundialmente.
En las efemérides de hoy, figura el Día Internacional del Orgullo o Día Internacional del Orgullo LGBT y otras variantes de la sigla, es un día que se celebra mundialmente.
Militantes feministas se sumaron a la protesta que se dio en Norteamérica por la decisión de la Corte Suprema de derogar el derecho al aborto, que era legal desde 1973.
Ante la negativa de Boris Johnson, Alberto Fernández le recordó al británico las resoluciones de Naciones Unidas que llaman al Reino Unido a sentarse a dialogar.
Pérez Esquivel fue internado de urgencia este primer domingo de 2022 por sufrir un ACV. Recordamos una entrevista reciente en la que él repasa su lucha por la Paz.
Noticias - Derechos Humanos 02 de enero de 2022 RedacciónEl 10 de diciembre es una fecha doblemente significativa para las y los argentinos. En 1983, asumió Raúl Alfonsín como presidente constitucional luego de la más sangrienta de las Dictaduras Cívico-Militar que azotaron nuestro país.
Tres años antes, ese mismo día de diciembre 1980, otro hecho señaló el comienzo del fin del régimen militar: el artista y reconocido militante de la no-violencia Adolfo Pérez Esquivel recibió el premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. El premio fue un revés para los militares en el poder y un estímulo para los activistas y organismos de derechos humanos que, como él, venían denunciando las atrocidades del gobierno autoritario.
Más de cuatro décadas después y con 90 años, Esquivel continúa luchando en favor de la paz y la justicia. Dirige el Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ) y es el presidente de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).
Admirador de Mahatma Ghandi y Martin Luther King, víctima también él de terrorismo de Estado, en esta entrevista reflexiona sobre cómo vivió esos días, el proceso que culminó con la dictadura y los retos que todavía hoy vive nuestra democracia. “Tenemos que reestablecer la comunidad porque el individualismo ha hecho mucho daño. Eso es violencia, social, cultural, política. Estamos frente a muchos desafíos”.
-Llamé a mi casa y mi mujer me avisó que el embajador de Noruega me estaba esperando en la sede de la embajada. Pensé que era por los informes sobre derechos humanos que regularmente presentábamos a las delegaciones extranjeras. Cuando llegué, noté que el embajador estaba un poco nervioso y que habían preparado una especie de festejo. Ahí me dio la noticia. Lo primero que le dije es que mi trabajo no era individual, sino de miles de personas en toda América Latina: campesinos, indígenas, religiosos y religiosas. A partir de ese momento, la locura de los periodistas, los llamados, las cartas.
A los dos días la Dictadura quiso asesinarme. Estábamos yendo con mi hijo Leonardo al SERPAJ, en la calle Bolívar, y unas personas avanzaron armas en mano para matarnos. Mi hijo aceleró el 4L y por suerte venía un taxi que se interpuso. Ese tachero nos salvó la vida.
El premio tuvo mucha repercusión. Yo todavía estaba preso, con libertad vigilada. Empezaron a llegar las cartas y los telegramas reclamando mi completa liberación. Después me enteré que en la cárcel, en la Unidad 9 (NdR: donde Pérez Esquivel estuvo recluido en La Plata) y otras más del país, los presos políticos habían hecho manifestaciones a favor y fueron castigados por ello. Es una de las cosas que más recuerdo de esos días.
-Tuvo importancia para el mundo, pero sobre todo para América Latina. Internamente la Dictadura podía controlar los medios de comunicación, pero en el exterior no. Ariel Delgado, el conocido locutor de la uruguaya Radio Colonia, fue el primero que anunció quién era yo porque los diarios, la radio y la televisión de aquí decían que yo era paraguayo, brasilero, chileno, pero nadie decía que le habían otorgado el premio Nobel de la Paz a un argentino. En ese momento, comenzaron también las grandes movilizaciones.
-Cuando se desató la Guerra de Malvinas estaba en Washington, en Naciones Unidas, en una acción por el conflicto en El Salvador, ese pequeño país centroamericano donde asesinaron a Monseñor Romero y a muchísimos otros.
Cuando regresé, fue la primera vez que me recibió un ministro militar, el canciller Nicanor Costa Méndez. Le pedí que acepten la resolución 502 del Consejo de Seguridad Naciones Unidas, que retiren las tropas, que dejen un destacamento militar y entren los cascos azules para después negociar con Gran Bretaña la soberanía de las Islas. Su respuesta fue: “Esto se nos escapó de la manos. No tenemos ningún control”. Es que los comandantes no se ponían de acuerdo.
¿Pero por qué la Guerra de Malvinas? La Doctrina de Seguridad Nacional, en la que ellos basaban todas sus hipótesis, decía que ante un conflicto interno había que buscar un enemigo externo. Primero intentaron con Chile, pero allí el cardenal Antonio Samorè, por pedido del papa Juan Pablo II, logró frenar esa guerra.
En las informaciones de la época se puede leer como Leopoldo Galtieri fue a Norteamérica a buscar a apoyo. No tuvieron en cuenta que Estados Unidos no tiene amigos, no tiene aliados; tiene intereses. Apoyó a Gran Bretaña y hasta le dio la base de la isla de Asunción, en medio del Atlántico, para reabastecer las tropas británicas. Sin el apoyo de ese país, ante la traición de Augusto Pinochet que sostuvo la logística británica, su hipótesis cayó. Solo dos países apoyaron a la Argentina aunque no congeniaban con su gobierno: Perú y Cuba.
Las tropas argentinas no estaban preparadas para enfrentar un enemigo como Gran Bretaña. Aquello estaba destinado al fracaso. La Guerra de Malvinas fue un indicador de que la Dictadura ya no podía más y que buscó consolidarse en lo interno.
Lo que no comprendían en Europa -incluso organizaciones amigas y solidarias- era cómo el pueblo argentino podía vitorear a los dictadores y cómo muchos dirigentes políticos los siguieron. Fue muy duro porque tuvimos que explicar que Las Malvinas eran una reivindicación nacional y no un apoyo a la Dictadura Militar. En Plaza de Mayo los organismos de derechos gritábamos: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.
Fue muy doloroso. Cuando los soldados volvieron, les prohibieron hablar del tema. Con el SERPAJ y otros organismos de derechos humanos, recibíamos a los chicos que venían con grandes trastornos psicológicos y sin dinero para regresar a sus provincias. Hoy sigue vigente la reivindicación legítima del derecho del pueblo argentino a recuperar las Islas.
-Sí, estaba en el país. Fue un momento muy particular. Estuvimos todos en la Plaza de Mayo, apoyando a Alfonsín y reclamando verdad y justicia. Alfonsín llego al gobierno, pero no al poder. Esto tiene que quedar claro. Los militares se habían retirado, pero seguían manteniendo el poder. Alfonsín tenía el apoyo internacional. Era un hombre que quería cambiar las cosas, buscar justicia, pero su gobierno tenía muchas debilidades.
Hay un hecho del que pocas veces se habla. Luego de la Guerra de Malvinas, el gobierno estadounidense comenzó a democratizar todo el continente con democracias condicionadas, restringidas. Se dio cuenta del fracaso de las dictaduras militares por lo sangrientas y por el horror que habían desatado.
Que Xiomara Castro, la mujer de Zelaya, haya ganado, en Honduras, o Pedro Castillo, en Perú, es la acción de los pueblos. No sé qué pasará en Brasil con Lula (a quien conozco desde la década del 70). Estados Unidos no quiere perder la hegemonía en el territorio. Está perdiéndola a nivel mundial frente a otras potencias emergentes como China. Es decir, la dominación cambia de formas pero sigue siendo dominación.
-Primero, la democracia no está consolidada. Tenemos que construir una democracia participativa. Derechos humanos y democracia son valores indivisibles. Si se violan, los derechos humanos las democracias se debilitan y dejan de serlo. Muchos organismos de derechos humanos en la Argentina surgieron a través del dolor que provocó la desaparición de personas, las torturas. Tienen como objetivo la recuperación de las y los niños apropiados, y el juicio y castigo a los responsables.
Nosotros, desde el SERPAJ, tenemos una mirada más amplia, que es el derecho de los pueblos a la soberanía, al desarrollo, al medio ambiente. En la Argentina es grave porque la están devastando con los desmontes, con la contaminación de los ríos y los mares. Soberanía no es solo una palabra bonita. Significa garantizar que los pueblos tengan en sus manos las grandes empresas nacionales, los recursos y los bienes naturales. Estos son capitales que les permiten a los gobiernos negociar en condiciones favorables.
Otro ejemplo es el problema de la tierra que están atravesando los mapuches, los tobas, los guaraníes. Están vendiendo sus territorios a grandes empresas extranjeras. El gobierno lo debe tomar con mucha fuerza. Por ejemplo, que no se pueda reunir la Cámara de Diputados para discutir la ley 26160, y así evitar los desalojos de sus territorios, es una vergüenza. No sirve la prolongación de medidas que eviten la expulsión. Tiene que haber una ley permanente territorial.
-Así como hay cultivo de la soja, del maíz, de pinos existe el monocultivo de las mentes con los tóxicos de la propaganda que impone un pensamiento único. La gran riqueza de los pueblos es la diversidad. Si todos pensamos lo mismo es totalitarismo. Brasil, con la imposición de Bolsonaro, es un ejemplo. Los grandes medios usaron todas las formas posibles para destruir a Lula.
-Es preocupante. También pasa en Europa, con movimientos totalitarios o grupos filonazis. Tiene que ver primero con la falta de memoria. Por eso trabajamos mucho con ella.
Ahora los medios de comunicación imponen la violencia como el único camino. Eso es olvidar muchas cosas de lo vivido. De ahí la importancia de la educación, como práctica de la libertad y de valores. Tenemos que desarrollar una cultura de la paz que permita encontrar caminos distintos. ¿Cómo Milei, que aparece con una virulencia tremenda, tiene votos? ¿Cómo es que han aumentado los delitos violentos? Los medios de comunicación generan comportamientos. A una violencia le oponen otra violencia. Eso produce dos violencias, pero nunca la solución del problema.
-La paz se logra a través del diálogo, del entendimiento. Si hay diferencias las podemos discutir, pero hay objetivos concretos que compartimos.
Por ejemplo, que no le roben la esperanza y la vida a los niños. Hoy la UCA en su informe señala que el 64% de los niños en la Argentina son pobres. Ahora, ¿por qué lo son? La Argentina no es pobre; es un país rico empobrecido. En una democracia, tenemos que fortalecer los derechos, los sociales, los culturales, los derechos de la mujer (que por suerte lucha para conquistar cada vez más espacios que le estaban vedados).
Si uno logra la convivencia, logra la paz. Por eso digo que nunca la paz es la ausencia de conflictos. Es una dinámica permanente de relaciones entre las personas y los pueblos. Podemos tener diferencias y eso es la riqueza. Pero si tenemos objetivos comunes (que no falte un plato de comida en los hogares, que todos tengan derecho a la educación, a la salud), eso es alcanzar espacios de paz.
Tenía un amigo de caminada por el mundo, Eduardo Galeano, que decía: “Siempre tenemos que alcanzar el horizonte, aunque siempre se aleje”. Siempre tenemos que alcanzar las estrellas, pero no podemos olvidarnos que somos hijos e hijas de las estrellas. La paz es lograr el equilibrio personal, con los demás y también con los pueblos.
Esto no lo aprendí en ningún manual filosófico sino con los mayas que conocí durante 40 años en México. Les pregunté cómo se traduce “desarrollo” en su lengua. No existe. Dicen “equilibro”, equilibrio con nosotros mismos, con los demás, con la madre tierra, equilibrio con el cosmos, con Dios. Cuando se quiebra, viene la violencia.
MCN / HORACERO
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