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Gerónimo Solané, el "Tata Dios" de Tandil

Hacia 1870, en un pequeño pueblo, un grupo creciente de gauchos se reunía periodicamente para escuchar la prédica de un hombre a quien llamaban “Tata Dios”.

Cultura - Historia 21/02/2022 Daniel Rafalovich*
TATA DIOS - HORACERO
Gerónimo Solané a quien llamaban "Tata Dios"

RAFA 1Escribe Daniel Rafalovich*

Comenzaba el año 1872. El “tirano” Rosas había sido derrotado en Caseros hacía dos décadas y pasaba sus últimos años en Southampton, Inglaterra. La Argentina tenía Constitución, sancionada en Santa Fe en 1853, Urquiza había sido derrotado por Mitre casi sin resistencia y la nación, gobernada por Sarmiento, parecía encaminarse  hacia el paraíso del progreso indefinido de la mano del librecambio. Habían llegado al país los primeros inmigrantes europeos: vascos, irlandeses, franceses. Sarmiento, se sabe, no era amigo de indios y gauchos a quienes despreciaba por ser un obstáculo para el progreso.

Pero en Tandil, un pequeño  pueblo de Buenos Aires, un grupo creciente de gauchos se reunía periódicamente para escuchar la prédica de Gerónimo Solané, un hombre a quien llamaban “Tata Dios” o “Médico Dios” y que venía de haber estado encarcelado un tiempo en Azul por curanderismo. Solané, aparentemente entrerriano, había comenzado sus actividades en Santa Fe. Expulsado por los campesinos locales se trasladó a Rosario, donde adquirió fama de “milagrero”, pero perseguido por las autoridades recaló en la Provincia de Buenos Aires.

Un estanciero respetable de la zona de Tandil, Ramón Rufo Gómez, lo convocó para que cure a su esposa que sufría de fuertes dolores de cabeza y lo dejó afincarse en un rincón de su estancia. Prontamente consiguió un seguidor especial: Jacinto Pérez, a quien llamaban “San Francisco” o “El adivino” y se transformó en una especie de segundo de “Tata Dios”.

Solané no se limitaba a ejercer sus dotes sino que su prédica se fue haciendo crecientemente mística y política, centrando su discurso en la necesidad de librarse de “los extranjeros y los masones”. Cuentan que en las reuniones presididas por Solané llegaban a reunirse hasta 300 gauchos para escucharlo apostrofar “Soy el salvador de la humanidad, el enviado de Dios”. Se sabe que Tata Dios era un hombre de larga barba blanca, de mirada intensa, que vestía poncho y tenía alrededor de 50 años en esos tiempos.

Se supone que el éxito de su inflamado discurso xenófobo se basó en la desconfianza del gaucho hacia el extranjero a quien veían como un intruso, ocupante de las tierras que les corresponderían a los nativos.
Si bien, hacia fines de 1871 un grupo de vecinos de Tandil hizo una presentación ante la Justicia sospechando que allí, en la estancia de Rufo Gómez, se estaba tramando algo que no podían especificar, los agentes judiciales no hicieron nada. Y el 1 de Enero de 1872 a la madrugada, cuando en el pueblo recién se apagaban los festejos de año nuevo, se desató la tragedia.

MATANZA TANDIL

A las 3,30 un grupo de unos 50 gauchos encabezado por Jacinto Pérez (“San Francisco”) atacó Tandil al grito de “Viva la Religión” y “Mueran los extranjeros”. Su primera víctima fue un organillero italiano que fue degollado. El grupo continuó atacando estancias de la zona en las que degollaron hombres, mujeres y niños. Al menos una mujer, además fue violada. Luego llegaron hasta el almacén de Juan Chapar, de origen vasco, a quien asesinaron junto a su familia y parroquianos que se encontraban en el lugar. Al alejarse de Tandil dejaron un total de 36 muertos.

Al amanecer, una partida de guardias salió a perseguir a los gauchos dándoles alcance prontamente. Mataron a once de ellos, apresaron a diez y el resto se desbandó por los campos cercanos.

En tanto, Tata Dios fue apresado en la estancia de Rufo Gómez. Aparentemente no había participado de la matanza, aunque fue claramente el principal instigador. Solané fue llevado a un calabozo anexo al Juzgado de Paz. Allí se encontraban varias autoridades: el juez, el cura, algún estanciero. Sin embargo “misteriosamente” Solané aparece muerto a tiros en su celda.

De los detenidos, tres fueron condenados a muerte y los demás a penas de prisión. De los sentenciados a la pena capital uno murió en el calabozo. Los dos restantes fueron ejecutados en la Plaza de Tandil ante unas 800 personas (Tandil tenía por entonces alrededor de 1500 habitantes).

Así se cierra este particular episodio. Es bastante limitado calificarlo simplemente de “delirio místico”. Si bien Solané aceptaba ser llamado Tata Dios y decía ser un enviado que cumplía un mandato, la matanza prefigura otras que se sucedieron en nuestra patria, impulsadas por el temor (transformado en odio) hacia extranjeros que no eran de una condición social demasiado superior a la de sus asesinos. Como suele suceder, el “enemigo” estaba en otro lado.

*Daniel Rafalovich, poeta y escritor - Coordinador del sitio Metapoesía / HORACERO
 

 

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