Rock argentino 1966-1976: refugio de la tormenta

El rock argentino, desde la cruda poesía urbana de Manal o los manifiestos atemporales de Moris hasta la poesía sutil de Spinetta, fue una versión (otra) de la realidad.

Cultura 20 de junio de 2022 por Daniel Rafalovich*
SPINETTA
Luis Alberto Spinetta, cuando era líder de Almendra

RAFA 1Escribe Daniel Rafalovich*

“Ahora me toca huir a mi, nene/ a tiempo, antes que me den…”

(Javier Martínez) –Manal- “Blues de la amenaza nocturna”

La cita precedente pertenece a una canción referida a la dictadura de Onganía (1966-1970) pero la “amenaza nocturna” volvió a partir del gobierno de Isabel-López Rega y se multiplicó con la posterior tiranía cívico militar de 1976.

La llamada “cultura rock” apareció en Argentina en la segunda mitad de los ’60 y floreció entre los años ’68-’75 e implicaba no sólo el sentirse partícipe de gustos musicales por entonces minoritarios y generalmente estigmatizados por los medios de comunicación y el sentido común medio, sino algunas posiciones ideológicas que llegaban, a veces confusamente, del hemisferio norte y eran adaptadas a la idiosincrasia local.

Una incipiente conciencia ecológica, tomar la libertad en las propias manos, una mayor apertura sexual (ya existía “la píldora” y no el HIV), intentos de vida comunitaria (La Cofradía de la Flor Solar en La Plata, las variadas comunidades del sur con epicentro en El Bolsón), la utilización de drogas ilegales como modo de “expandir la conciencia” fueron sólo algunas señales.

Estas prácticas eran juzgadas inaceptables no sólo por militares, policías y padres de familia sino por gran parte de la militancia política, tanto “nacional y popular” (que consideraba al rock un producto más, colonialista y extranjerizante) como por la izquierda tradicional, que despreciaba a los jóvenes pelilargos por “evadirse de la realidad” entre otros pecados.

MANAL

En cuanto a la música en sí, escuchar hoy la discografía rockera de esa época (la más conocida y la más oculta, recuperada hoy por youtube) demuestra la miopía y el sectarismo de tales críticas: desde la cruda poesía urbana de Manal o los manifiestos atemporales de Moris hasta la poesía sutil de Spinetta, el rock fue una (otra) versión de la realidad. La melancolía ciudadana del tango aparece aquí y allá y pronto llegarían las influencias folklóricas de Arco Iris, del Litto Nebbia post-Los Gatos o de Roque Narvaja solista.

DESCONFIANZA MUTUA

Si bien en un momento rock y política se miraban con mutua desconfianza, no tardaron en aparecer naturalmente los vasos comunicantes. Algunos rockeros se politizaron. Muchos militantes políticos descubrieron el rock. Palabras como “liberación” o “revolución” aparecían en documentos partidarios y en canciones de rock, fundamentalmente en los años ’72-’73. El disco “Conesa” de Pedro y Pablo (que incluye “Padre Francisco” y “Apremios ilegales”, entre otros temas) y los tres primeros discos solistas de Roque Narvaja (activo militante de la JP) son sólo un par de ejemplos. León Gieco llegó con sus primeras canciones, como “Hombres de hierro” (referida a la represión del Mendozazo), donde demostraba su admiración por el gran Bob Dylan.

Como las letras del rock de ese período no eran (afortunadamente) panfletarias, daban lugar a interpretaciones más o menos lógicas acerca de su significado. Así, era común la versión según la cual “Hoy te queremos cantar”, el mayor éxito de Alma y Vida, estaba dedicado a Fernando Abal Medina. Se decía que “Cantata de puentes amarillos” de Spinetta hacía referencia desde su título y sus primeros versos a los sangrientos hechos ocurridos en Ezeiza en ocasión del retorno a la patria de Perón.

El disco “Que tu voz se escuche”, del notable y bastante olvidado grupo Contraluz, haría referencia al cercano asesinato del padre Carlos Mugica y fue prohibido de inmediato por la censura del gobierno de Isabel-López Rega. Al año siguiente la misma censura procedió a la “poda” del disco “Instituciones” de Sui Generis, si bien Charly García, entonces lúcido y creativo, se las ingenió para hacer pasar, con sutileza, canciones que decían mucho: una de ellas paradójicamente dedicada al “Señor Tijeras”, el censor por antonomasia.

El público de rock tuvo un sostenido crecimiento en este primer período pero siguió siendo minoritario hasta la explosión post-Malvinas. Los pioneros eran generalmente jóvenes de clase media, si bien algunas bandas tenían seguidores fieles en los sectores más populares: gran parte de los “fanas” de Pescado Rabioso, La Pesada del Rock and Roll (un seleccionado variable de músicos liderado por Billy Bond), Vox Dei o Pappo´s Blues procedían de sectores suburbanos, tanto del Gran Buenos Aires, como de las ciudades del llamado “interior”.

LA PESADA

Si nos ubicamos por un momento en esos años fundacionales del rock argentino resulta sorprendente que éste haya generado tan prontamente una música de características singulares y una poética variada en sus matices pero inocultablemente argentina. Los demás países de habla hispana tardaron muchos años en generar un movimiento de rock que se acercara siquiera al de nuestro país. Sólo Brasil vio surgir al tropicalismo, una corriente con raíces en la bossa-nova pero que incorporó elementos de rock. Allí anotamos desde Gilberto Gil y Caetano hasta Os Mutantes, que incorporaron elementos estéticos cercanos al rock. Quizás no sea casual que Argentina y Brasil hayan estado gobernadas en esos tiempos por largas dictaduras militares.

EL ANAQUEL DEL ROCK

Los rockeros argentinos no sólo se centraron en la llamada “brecha generacional” sino que incorporaron influencias literarias-culturales que corrían de boca en boca o eran estimuladas por algunos músicos o medios alternativos. Los escritores norteamericanos de la Generación Beat forjada en los ’50 (Burroughs, Kerouac, Ginsberg), Herman Hesse, los surrealistas, Girondo, Pizarnik, Poe, Lovecraft compartían los estantes en las bibliotecas del rockero “culto”.

Con el avance de los ’70 en esas mismas bibliotecas comenzaban a aparecer algunos ejemplares de Galeano, Marcuse, Fanon, Cooke, el mismo Perón, Cardenal. Recordemos que Miguel Abuelo ideó el nombre de su banda Los Abuelos de la Nada a partir de un pasaje del Adán Buenosayres, de Marechal. Cuando Spinetta editó su álbum “Artaud” se multiplicaron los lectores del poeta-teórico-actor francés muerto en un asilo de “insanos”. Y Jorge Durietz, de Pedro y Pablo, adaptó el poema “Alba” de Rimbaud para componer “El alba del estío”.

La temática de las canciones del rock de este primer período se centraban no solo en los temas universales: el amor, la soledad, etc. También solían tener referencias a la alienación urbana, a los hombres grises…y a los hombres de azul. La temática de la persecución policial aparece no sólo en la canción de Manal del epígrafe sino en el Blues del Terror Azul, aparecido en un disco de Claudio Gabis (ex guitarrista de Manal) y La Pesada.

El rechazo y la extrañeza de parte de la sociedad y los medios tenía su correlato en las redadas a la salida de los recitales. Los camiones celulares (que no eran teléfonos) de la cana y los policías de civil solían llevar a las comisarías a todo aquel que luciera el cabello más largo que lo habitual o vistiera ropas no compatibles con la normalidad impuesta y solían someter a los detenidos a alguna golpiza “preventiva” o un corte de pelo a cargo del “coiffeur de seccional” inmortalizado por Miguel Cantilo en “Yo vivo en esta ciudad”.

CONESA

El rock de los ’70, más igualitario en las formas no era en fondo mucho menos machista que la media de la sociedad, aunque para ello colaboraron las discográficas. Las chicas rockeras eran numerosas entre el público pero pocas en los escenarios. Ya recordamos en una nota anterior a la pionera Cristina Plate. Recién en 1972 una rockera consiguió grabar un álbum completo: Gabriela Parodi, de larga y fecunda trayectoria aquí y en el exterior. Le siguió Carola en 1973, más cruda y blusera.

LA EXPANSIÓN DE LA CONCIENCIA

Capítulos aparte podrían dedicarse a la jerga surgida del rock y el uso de drogas ilegales. En ambos casos hay vínculos con los comienzos marginales del tango. El lunfardo rockero acuño numerosos términos, algunos olvidados, otros vigentes: “copado”, “mató”, “pálida”, “bajón”, el tratamiento de “loco” aplicado a los pares (luego tristemente suplantado por el “boludo”) son sólo algunos ejemplos de una jerga que sumaba sentido de pertenencia a los iniciados.

En cuanto al uso de drogas recordemos que en los años de expansión del tango la estrella era la cocaína, que energizaba a sus consumidores para soportar las largas noches de naifas y garufas. En los años iniciales del rock “lo más” era la marihuana y las drogas psicodélicas. En los tiempos actuales de drogas sintéticas y pac-mans comeneuronas y guerras de bandas narco, debemos recordar que en aquellos años las drogas no estaban asociadas con el delito. El delito era la sola tenencia y consumo.

Pero las drogas “pesadas”, fármacos o inyectables fueron dejando sus bajas en términos de locura y de muertes. La tesis es elemental: grandes artistas de todos los tiempos fueron adictos a diversas drogas o al alcohol pero no fue la adicción la causa de su genialidad. Y el rock argentino generó algunos llamados de atención para los que “se iban de mambo”. David Lebón desde “Hombre de mala sangre” (No te copes mal/dejala/te trata de encontrar/ dejala…) o Spinetta con “Hola, pequeño ser” (Si tu mente se viaja tenés que parar/ y aprender a vivir de lo que vos pensás...).

PRIMAVERA, ROCK Y MILITANCIA

Centrémonos, por fin, en los últimos años del período. Así como la ebullición del año 1972 y la primavera camporista marcaron un acercamiento entre rock y militancia (situación ideal para quienes estábamos con los pies en ambos lados), la muerte del General Perón y la instalación del terror de las AAA y afines supone un momento de dispersión y, al tiempo, de encierro en sí mismo del movimiento rockero.

Roque Narvaja en su disco “Chimango” graba “Consagración”, que puede leerse como una bella elegía a la desaparición del líder. Y una advertencia (No hay mal que por bien no venga/ dice mi abuelo/al tiempo que tras su espalda/ desfilan los granaderos/edades dobles del miedo…) A los pocos meses Roque partiría al exilio, al igual que Moris, Cantilo, el grupo Aquelarre entre otros que, o eran amenazados por las bandas parapoliciales o veían cómo se les cerraban las posibilidades de expresión para su arte.

ADIOS

El canto del cisne del período fue la despedida de Sui Generis. En dos conciertos en el Luna Park reunieron 30.000 personas. Era septiembre de 1975. Como una masiva catarsis un grupo de rock argentino por primera vez llenaba estadios. Vendrían tiempos más duros. Una nueva y más feroz tormenta. El rock sería un refugio para unos cuantos excluidos.

*El autor dirige la página Metapoesía / Columnista de HoraCero
 
 
 

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