
El autor de esta crónica en primera persona nos lleva a viajar con él por un país al que conoce y quiere no sólo por sus paisajes, también por su gente, ejemplo de resistencia.
La Selección Nacional consiguió la tercera Copa del Mundo en este histórico 18 de diciembre de 2022, con todos los ingredientes épicos y emocionales de las utopías.
Opinión 20/12/2022 Por Héctor LauradaEl seleccionado argentino alcanzó la gloria después de transitar un camino exitoso en las formas pero pedregoso en el recorrido y la tercera Copa del Mundo conseguida en Qatar este histórico 18 de diciembre de 2022 tuvo todos los ingredientes épicos y emocionales como para considerar que, por una vez, el horizonte dejó de tener un sentido utópico para transformarse en algo concreto.
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces, para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”, reflexionó .​el cineasta, director y actor santafesino Fernando Birri, sindicado como "el padre del nuevo cine latinoamericano".
Birri falleció el 27 de diciembre de 2017 a los ​92 años y es el autor de esa descripción que en algún momento se le atribuyó erróneamente al poeta uruguayo Eduardo Galeano, pero su sentido es perfectamente aplicable a lo sucedido este domingo en Qatar, donde el seleccionado nacional obtuvo su tercera Copa del Mundo al cabo de seis finales disputadas entre la primera edición de 1930 y esta, la vigésimosegunda de la historia, de las cuales Argentina participó en 18.
Y para lograrlo, como todo tránsito colectivo, hacía falta un líder, quizá "no terrenal" para que el horizonte se volviera tangible. Y esa guía era nada menos que el mejor futbolista del mundo, tan grande que desde distintos lugares del mundo, aun los más alejados de la Argentina, quería ver flameando una bandera albiceleste en lo más alto del podio mundial solamente por admiración y cariño para con él, para con Lionel Messi.
Y este rosarino "materializador de utopías" parecía ser el único capaz de lograr tanto y llegar tan lejos, tanto como la distancia que fue acercando y alejando en simultáneo al seleccionado argentino de la máxima conquista en los últimos 36 años, desde aquel 29 de junio de 1986 cuando alguien como él y con el que lo iban a comparar en la última década, Diego Armando Maradona, levantara y sopesara el mismo trofeo dorado que ayer blandió él en el estadio Lusail, de Doha.
Las dos imágenes de ambos en andas de sus compañeros, con la Copa del Mundo en la mano derecha y el brazo izquierdo levantado para arengar a los hinchas, fue el símbolo de ese parecido que no separa ni compara, sino que une, en una línea de tiempo, a los dos futbolistas argentinos más grandes de la historia. Así, a los dos por igual, ninguno por encima del otro.
Pero antes, como decía Birri, director de películas de resignificación como "Che, ¿muerte de la utopía?" o "Los inundados", estuvo el camino, y caminaron por él no solamente los 26 mundialistas conducidos "sabiamente" por el "inexperto" Lionel Scaloni, sino todos aquellos, futbolistas y no, que rodearon, acompañaron y empujaron al seleccionado hacia la gloria, desde la cocinera del plantel a la que abrazó Messi en la mitad del campo de juego del Lusaiil hasta ellos, ni más ni menos que los hinchas.
Y no solamente los 40.000 que acompañaron al equipo en cada una de las siete presentaciones en Qatar, sino los otros 45.000.000 que lo hicieron de manera abstracta para los jugadores pero que, a través de las redes sociales, esas que no existían en 1986, los acercaron a ellos y también los impulsaron hacia delante, siempre adelante.
Un aliento incondicional pese a la derrota inicial frente a Arabia Saudita que dejó atrás un invicto de 36 partidos, apenas uno menos que el récord de 37 que ostenta la Italia del técnico Roberto Mancini, y que sin embargo no le alcanzó para llegar a Qatar.
Un lugar de Asia este emirato que fue el que albergó por segunda vez a un Mundial para este continente después de aquel de Corea del Sur-Japón 2002 de 20 años atrás, cuando el final fue mucho más prematuro y desencantador, ya que el seleccionado dirigido entonces por Marcelo Bielsa llegó con la etiqueta de candidato y se la tuvo que sacar nada más que al cabo de la fase de grupos.
Después de dos décadas y nuevas frustraciones, por los horizontes no alcanzados pero no por los caminos recorridos, la Copa América de Brasil 2021 abrió el camino hacia esta conquista que a Argentina le resultó esquiva en el primer Mundial de la historia, en 1930, en y frente a Uruguay, de nuevo seis décadas después, en la final de Italia 1990 frente a Alemania, y la última vez también frente a los germanos en Brasil 2014.
Pero desde 1978, cuando de la mano de César Luis Menotti cambió la historia de la organización de los seleccionados argentinos, que a partir de él fomentaron, promovieron e incorporaron el sentido de pertenencia para con la camiseta albiceleste a partir del primer título mundial, hasta hoy, en que el "Flaco" sigue pegado a ellos con 84 años, ahora como Coordinador general de selecciones nacionales, el "planeta fútbol" pudo conocer a los argentinos, su manera de jugarlo y sentirlo.
Por eso, si nombrar en el mundo a Maradona o Messi es lo mismo que decir "argentino", como si fuera un pasaporte redondo, con forma de pelota número cinco, ganar el tercer campeonato del mundo es más que "tocar el cielo con las manos", es "tocar el horizonte", porque para ello no hay que hacer volar la imaginación, sino caminar, sobre tierra firme, que es el mejor lugar para avanzar en equipo rumbo a una utopía alcanzable como la que simboliza esta Copa del Mundo.
Argentina es campeona del mundo después de esa derrota inicial con Arabia Saudita, con sucesivas victorias sobre México, Polonia, Australia, Países Bajos, Croacia (llegó como subcampeón mundial) y Francia (fue el campeón de Rusia 2018). Ese fue el camino.
Y la victoria por penales en una final inédita fue llegar al horizonte, donde está el sol que alumbrará al fútbol argentino ya no hasta Estados Unidos, Canadá y México 2026, sino por los siglos de los siglos, porque esta luz no se apagará jamás. Seguro.
TÉLAM
HORACERO
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