
Allende fue apoyado por la Unidad Popular, una coalición de partidos de izquierda, y se destacó por su propuesta de establecer un gobierno socialista por vía democrática.
Los hechos conocidos como "La Semana Trágica" fueron un paso más en el largo proceso de disciplinamiento social y de represión al movimiento obrero y popular.
Cultura - Historia 08/01/2023 Daniel Silber*Escribe Daniel Silber*
El desarrollo impetuoso del capitalismo no fue un camino de rosas. Nació con violencia institucional, explotación y dominación sobre los sectores populares. Ellos (pueblos originarios, campesinos, artesanos, obreros) sufrieron los horrores del capitalismo inicial: jornadas laborales interminables, pésimas condiciones de vida, ausencia de cobertura legal. Eso condujo a que se produjeran numerosas rebeldías de los humillados.
Hubo varias “Semanas Trágicas” (diciembre de 1907 en Iquique, Chile; mayo de 1909 en Buenos Aires; julio/agosto de 1909 en Barcelona, España; febrero de 1913 en México; diciembre de 1924 en Colombia y muchas más…). En ese contexto es que se produce la Semana Trágica de Buenos Aires de 1919
Hay muchos trabajos destacados que estudian lo acontecido en la Semana Trágica de enero de 1919 (7-14/1/1919), entre ellos “La Semana Trágica” del historiador Edgardo Bilsky y la novela “Enero Rojo. Semana Negra” del escritor Floreal Mazía.
Aquello fue un paso más, dado por la burguesía local, en el largo proceso de disciplinamiento social y de represión al movimiento obrero y popular. Las clases dominantes no escatimaron esfuerzos en represaliar a los trabajadores por su audacia de reclamar, sencillamente, por mejores condiciones laborales y aumentos salariales. Ejército, policía, bomberos y fuerzas parapoliciales (la Liga Patriótica) fueron los encargados de perseguir y asesinar a trabajadores, destruir imprentas, asaltar sindicatos, encarcelar y/o deportar a centenares, quemar bibliotecas, robar en hogares humildes y perpetrar tropelías de ese tipo con el solo objetivo de escarmentar al movimiento obrero y popular.
Si en sus comienzos, la burguesía local –Generación del ´80- se despreocupó de “la cuestión social”, a medida que los trabajadores fueron organizándose en sindicatos y sociedades de resistencia, esa indiferencia se transformó en intranquilidad, nerviosismo y coerción, especialmente cuando se afectaba el normal funcionamiento de las actividades agroexportadoras.
Entre 1902 y 1910 se decretó 5 veces el Estado de Sitio, con una duración total de 18 meses. En 1902 se estableció la Ley N° 4144 de Residencia que autorizaba a expulsar del país a cualquier “extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público” y en 1910 –pleno Centenario de la Revolución de Mayo- se sancionó la Ley N° 7029 de Defensa Social
A eso se sumó la coyuntura internacional, ya que a la prédica de anarquistas y socialistas se agregaron los potentes y sonoros ecos de la Revolución Rusa –octubre de 1917-. Este hecho singular mostraba al mundo que los trabajadores y el pueblo, que los humillados y desposeídos podían gobernar y crear una forma absolutamente diferente de regir los asuntos del Estado, sin la presencia de los poderosos y sin que éstos sean los beneficiarios del trabajo de las mayorías explotadas. Lenin y los bolcheviques daban vuelta la taba.
Este panorama aterrorizó a las clases dominantes (terratenientes, latifundistas, magnates, patrones de obrajes, frigoríficos, FFCC y molinos, ganaderos, importadores / exportadores, banqueros y otros), a la Iglesia Católica y otros elementos del establishment, por lo que se resolvió escarmentar de manera cruel y sangrienta a los revoltosos. El resultado fue que, durante muchos días, la ciudad de Buenos Aires vivió bajo Estado de Sitio ocupada por el Ejército y dando “carta blanca” a las bandas parapoliciales organizadas desde el Círculo Militar y el Jockey Club, bandas formadas por los “niños bien”, lúmpenes y desclasados.
Pero esta verdadera ordalía antiobrera no terminó allí. Tuvo un episodio especial, particular. Fue el ataque a la colectividad judía. En las afiebradas mentes de los “liguistas” (y de buena parte de la “alta sociedad” e incluso de integrantes del elenco gobernante) ejercía gran influencia esta relación: judío=ruso=maximalista (como se denominaba a los revolucionarios marxistas de entonces). Como tal, ése era el cáncer que había que extirpar, motivo por el cual, los barrios judíos fueron embestidos violentamente. Se produjo un verdadero “pogrom”, es decir la irrupción violenta contra la colectividad judía local con el beneplácito –o, al menos, la aceptación sin intervenir- de las autoridades por parte de los integrantes de la Liga Patriótica.
Basta leer los bien explícitos relatos y descripciones del periodista Pinie Katz desde el periódico judío progresista “Di Presse” o de José Mendelsohn desde “Di Idishe Zeitung”, la crónica “Koshmar” (Pesadilla) de Pinie Wald, los informes y textos de personalidades de la época (Alfredo Palacios, Federico Pinedo, Juan José de Soiza Reilly, Arturo Cancela, Juan Carulla y otros) para acercarse a una dimensión del horror: quema de libros, atropellos contra toda propiedad judía, quema de comercios, muebles, cajones y pertenencias violentamente arrojados a la calle desde los conventillos, gritería de “mueran los judíos”, arrasamiento de bibliotecas, estrago a imprentas, ancianos a los que se les arrancaban las barbas, mujeres humilladas, niñas de 14 o 15 años violadas y demás linduras de ese tipo. El “terror blanco” en su manifestación más genuina y en todo su esplendor. En el colmo del paroxismo antisemita y antiobrero, se detuvo y torturó a Pinie Wald acusándolo –falsamente- de ser el presidente de un supuesto Soviet y presidente de una futura república bolchevique en Argentina.
La Liga era una organización antisemita, antiobrera, antiizquierdista, clerical, racista, chovinista; con un brazo armado parapolicial de extrema derecha. Su respuesta represiva aparece dentro del marco de la agudización del conflicto social de la época, reuniendo –inicialmente- en torno suyo en un a elementos heterogéneos que veían amenazado el orden y la tranquilidad del país desde una visión estrecha de clase dominante. Entendía al socialismo, anarquismo, marxismo, sindicalismo como el avance de “ideologías exóticas”, un “peligro rojo” al interior de los sectores populares. “Un pequeño esfuerzo y habremos terminado dando severa lección inolvidable a los elementos disolventes de la nacionalidad argentina”, exhorta el jefe de Policía, según el diario La Prensa del 12 de enero, palabras no muy diferentes a las dichas por los genocidas de la última dictadura cívico – militar – eclesiástica.
Su propuesta ideológica no tuvo la llegada esperada, pero fue el abono del camino de otras posturas nacionalistas de derecha que se desarrollaron desde los años posteriores y que dieron lugar a formaciones fanáticas y agresivas como la Legión Cívica, la Alianza Libertadora Nacionalista, Tacuara, muchos de cuyos integrantes terminaron siendo miembros de la tenebrosa Alianza Anticomunista Argentina o el Comando Libertadores de América, de tétrico actuar durante la última dictadura cívico militar como herramienta del terrorismo de estado y la represión ilegal.
En aquellos terribles sucesos se puede ver con claridad el denso entramado tejido entre el empresariado urbano (industrial –metalúrgicos, alimentación: frigoríficos, molinos-, transporte –FFCC, navieros-, banqueros, mercantil intermediarios –armadores de barcos, importadores, exportadores-) y rural (criadores, latifundistas, rentistas) con la jerarquía eclesiástica, las FFAA y de seguridad, los grandes medios de prensa (La Prensa, La Nación) y miembros del aparato gubernamental.
Por otra parte, es necesario señalar el nefasto rol jugado por el establishment comunitario, o sea ese conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes, que tratan de mantener y controlar el orden establecido. Una delegación –encabezada por el rabino Samuel Halphon-, se entrevistó con el presidente Yrigoyen, escuchando de su parte que la persecución a los judíos era incompatible con las tradiciones del país y el espíritu de sus leyes, aunque los represores quedaron impunes. En declaraciones públicas ese mismo Comité dirigió una nota al Gral. Dellepiane –jefe de la represión- en la que se decía que 150.000 judíos de la Argentina “dado que han sido asaltados y castigados judíos inocentes, él declara que los judíos laboriosos, leales y agradecidos de la colectividad, ayudarían a aniquilar a los judíos malos y perjudiciales…”
Hoy el fascismo despliega una nueva cara, tan bestial y macabra como la anterior, pero con una apariencia más “recatada” y decorosa. No puede presentarse ante la sociedad con camisas negras o taconeando en las calles con antorchas, apaleando a opositores o quemando instituciones judías. Lo hace de una manera más pudorosa, pero no menos feroz e inhumana. Utiliza organismos financieros para esquilmar a los pueblos, los medios de comunicación masiva para encubrir -mentir- adulterar, el lawfare -el uso de la ley, de las instituciones judiciales y de los procedimientos jurídicos como arma de guerra- para castigar a los que cuestiones el statu quo (como el caso de Milagro Sala)
Esta “brutalizacion de la política” (al decir del historiador francés Gorge L. Mosse y retomado por Enzo Traverso) no será ni la primera ni la última. Es la violencia interiorizada en otros momentos, por las concepciones de la “seguridad nacional” y del Consenso de Washington contaminando la vida civil hasta convertirla en una ciénaga de agresividad, de nihilismo, de culto a la fuerza, de asesinatos y razzias, de discursos inflamados e irracionales, de actos violentos, de instrumentalización del aparato de Justicia y de los medios de comunicación en favor de los poderosos.
Así como surgieron el fascismo italiano, el nazismo, la extrema derecha francesa de Le Pen -tan fuerte-, los neofascistas italianos, la Guardia de Hierro rumana, los cruz-flechados húngaros, el rexismo belga, la Falange española, Camacho en Bolivia, Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU, Amanecer Dorado en Grecia, así van reproduciéndose grupos, organizaciones y entidades que no tienen reparo alguno en autocalificarse como fascistas o de extrema derecha. Reivindican aquel horror y lo recrean para esta etapa. Lo que hasta hace algún tiempo era absolutamente inadmisible, así como vamos, hoy es aceptable y tolerable y mañana será lo “apropiado”.
¿O acaso no vemos como oficialmente en Ucrania se reivindica a Stepan Bandera, en los países bálticos a las divisiones SS y en los países que integraban el campo socialista se tiran abajo todos los símbolos de sus libertadores? ¿Quizá sea casualidad que no se haya invitado a Rusia a la conmemoración de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz? ¿Es ignorancia el hecho que varias Universidades de EEUU oculten el pasado nazi de muchos de sus benefactores y que la NASA honre a Werner Von Braun? ¿Por qué una delegación del ucraniano batallón Azov (que ostentaba cruces gamadas y otros emblemas nazis) es recibido amablemente en Israel por militares en actividad y ex oficiales retirados?
Se pretende borrar y tergiversar la Historia equiparando nazismo y comunismo, la Alemania nazi con la Unión Soviética, cuando fue justamente el esfuerzo soviético –al costo de más de 25.000.000 de muertes y la destrucción de gran parte de su infraestructura económica y social- el que detuvo el avance del nazismo.
Pero, aunque el panorama puede ser sombrío, nuestras herramientas se sostienen en el pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad y la convicción histórica. Hemos visto que no todo es ir hacia el progreso social, hacia adelante. Se puede retroceder, como sucede. Sin embargo, así como hubo quienes lanzaron bombas atómicas sobre Hiroshima o Nagasaki o construyeron ese infierno en la Tierra como lo fue Auschwitz o los centros clandestinos de detención de EEUU, hubo otras personas que tomaron La Bastilla y el Palacio de Invierno, redactaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, llevaron a cabo los procesos anticoloniales de liberación de los países de Asia y África, o estuvieron los Bolívar, San Martin, Artigas, Zapata, Martí o Sandino.
El periodista y dirigente comunista checoslovaco –ajusticiado cruelmente por los nazis en 1943- advirtió: ¡Hombres que os amé, estad alertas!
Como escribió alguna vez Raúl González Tuñón: Todos los hombres son hermanos. Si la Humanidad aspira a un futuro digno y justo para todos sus integrantes y no para un reducidísimo reducto de algunos pocos privilegiados, nuestro andar es el de construir una alternativa a escala humana reuniendo –más allá e independientemente de historias, trayectorias, orígenes- a todas las voluntades democráticas, comprometidas con ese futuro de integridad, nobleza y equidad.
Pocas veces este pogrom es recordado como uno de los hechos ocurridos durante tal represión y masacre del movimiento obrero en Buenos Aires. Ni siquiera el movimiento obrero más avanzado y clasista lo tiene muy presente. Así como se alcanza a los esbirros de la dictadura, se los juzga y condena (o en Alemania se continua la búsqueda de esbirros del nazismo), la sociedad civil y las autoridades tenemos la obligación de investigar y sancionar a quienes guardaron silencio, a los culpables que gozaron del beneficio del ocultamiento y la impunidad.
En memoria de las víctimas y en honor a nuestra dignidad sostenemos que debe abrirse camino a la verdad histórica asignando las responsabilidades que correspondan. En este nuevo aniversario de aquellos luctuosos episodios no retrocedemos en nuestro reclamo para que los mismos sean esclarecidos definitivamente, para poder construir una sociedad más pluralista y aportar a la toma de conciencia sobre la importancia de erradicar las concepciones racistas, xenófobas, discriminatorias y antipopulares de nuestra Patria.
*El autor es Profesor de Historia - Vicepresidente 2do. de ICUF - Directivo de I.L.Péretz
HORACERO
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