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Los de la Nuca, una historia de resistencia con aerosoles

Una historia urbana que comenzó en las paredes de Santa Fe, como resistencia al silencio y a la impunidad que pretendía avanzar pintándose la cara, con leyes a medida.

Cultura - Historia 10/02/2023 Por Daniel Rafalovich*
pez y agallas
Los grafitis como medio de lucha - Foto de archivo

RAFA

Escribe Daniel Rafalovich*

Corría el verano 1986-87. La llamada “primavera alfonsinista” había pasado, el Plan Austral se había revelado como un ajuste más, tras los juicios a las juntas militares se había dictado la Ley de “Punto Final”, que comenzaba un ciclo de más de 15 años de impunidad para los represores y genocidas de la dictadura y había un cierto clima social de desencanto.

Las únicas pintadas que se veían en las paredes de Santa Fe aparecían para las campañas electorales, eran prolijas, a brocha y mayormente pagas (con la excepción de Tito Mufarrege, que merecería una nota aparte).

Entonces surgieron lxs grafiterxs santafesinxs. Y, particularmente, el grupo “Los de la nuca”, el más numeroso y movilizador.

La “fundación mítica “de Los de la nuca se habría dado una noche de ese verano (86-87) en la Plaza Pueyrredón, donde se realiza la más tradicional feria artesanal de la ciudad. Allí, una noche calurosa, varixs jóvenes de distintas procedencias plantearon terminar con “las paredes que no decían nada”. La invitación se extendió y en la primera reunión antes de salir a grafitear se convocó un grupo variopinto ideológicamente, en su gran mayoría conocidos entre sí. Peronistas, por supuesto, pero también intransigentes (del PI, en boga en aquella época), algún trotskista del MAS de Zamora, algún anarco-situacionista regresado de España, neo-surrealistas e independientes. ¿Las edades de lxs convocadxs?: entre 20 y 30 y pico. Chicos y chicas que salieron a pintar consignas pactadas pero también “lo que saliera”.

cuidado

Así, con aerosoles como armas se pintó: “Mucha policía, poca libertad”, “Para ser pez hay que tener agallas”, “Los elefantes son contagiosos” y un largo etc. No faltó algún incidente con la policía (que era la misma policía de la dictadura), pero nada grave. Las reuniones se sucedieron y los medios dieron cuenta del “fenómeno”, entre perplejos e indignados. Las reuniones se hacían generalmente en un departamento de un pasillo del barrio Sur y cuentan que en las mismas a veces se acostumbraba el uso de alguna sustancia psicoactiva hoy casi legal.

Con el tiempo surgieron otros grupos: el M.A.L (Movimiento a la libertad), La Yorona (activa en la zona de Plaza España). Con estos grupos Los de la nuca establecieron contacto rápidamente. El hecho de tener un artista plástico-artesano en sus filas representó un plus para  Los de la nuca, ya que los grafitis muchas veces eran acompañados por dibujos (los mejores que se podían hacer con velocidad y en clandestinidad).

Una pequeña “guerra” se entabló con un periodista radial muy escuchado en esos tiempos, una especie de Baby Etchecopar que se quejaba de todos los males de la democracia y el libertinaje. Este periodista dedicaba largos párrafos a esos “vagos y malentretenidos” que se dedicaban a ensuciar las paredes de la ciudad y exigía mano dura para con ellos. Así fue como Los de la nuca contraatacaron y grafitearon especialmente las inmediaciones de la casa de dicho periodista. La “guerra fría” duró un buen par de meses.

Lxs grafiterxs empezaron a ser material de estudio para académicxs y en alguna revista local apareció un suplemento especial sobre el “fenómeno” y la licenciada Graciela Hornia, luego de una larga entrevista concedida por Los de la nuca, dedicó un muy interesante estudio sobre el tema.

alfonso

En abril de 1987, con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II a la Argentina, lxs grafiterxs decidieron impulsar un acto público de repudio. Y allí se dio un fenómeno doble: lxs grafiterxs como convocantes, confundidos entre el público y la convocatoria de decenas de jóvenes militantes a quienes sus agrupaciones políticas no daban suficiente respuesta. El acto se realizó en plena peatonal santafesina (San Martín y Falucho) y se convocó un numeroso grupo de personas (unas 200), además de una decena de policías de civil. El orador único  reivindicó a los pueblos originarios que resistieron la conquista de la cruz y la espada, homenajeó  a las víctimas de la Inquisición, a Galileo, a Giordano Bruno, y recordó los pactos que el Vaticano estableció con el nazismo y el silencio de las cúpulas eclesiásticas locales frente a la dictadura. El grupo M.A.L. fue con una bandera que (parafraseando a Antonin Artaud) rezaba: “Papa perro”.

Cuando se produjo el primer levantamiento carapintada capitaneado por Aldo Rico, Los de la nuca se convocaron en la casa habitual, decidieron esa misma noche hacer una pancarta y manifestarse. La pancarta (prolija, artesanal) decía “Vayan a pintarse el culo”, y allí salió una veintena de personas a la noche, tarde, hasta la Plaza 25 de Mayo, rodearon la plaza ante gente (poca a esa hora) que atónita, aplaudía o miraba con simpatía al grupo. Este hecho quedó como la primera manifestación (escueta, claro) callejera contra los golpistas en todo el país.

El acto contra la visita papal incentivó los contactos entre los grupos grafiteros y se conformó el Frega (Frente Grafitero Auténtico). Cada grupo mantenía su independencia, claro, pero a veces salían a  pintar juntos. Y esa época de expansión fue también el canto del cisne del movimiento grafitero. El Frega impulsó una marcha para repudiar una misa organizada por la organización FAMUS (Familiares y amigos de muertos por la subversión), que reunía a unos pocos familiares y unos cuantos “amigos” y colegas ideológicos de los reivindicadores y partícipes de los genocidas de la dictadura. La misa se realizó en San Francisco, la tradicional iglesia del Parque del Sur. El Frega (y numerosos adherentes) se congregó en la Plaza del Soldado. Ningún partido político como tal adhirió a la convocatoria, pero sí muchos militantes de los mismos, incluso con alguna pancarta. Encabezaba la marcha un gran cartel del Frega, y un par de centenares de personas marcharon por la peatonal hasta la esquina de Plaza de Mayo, a unos 150 metros de donde se realizaba la misa de Famus.

torturador desconocido

La intención, decían Los de la nuca no era provocar a los auténticos familiares, ni mucho menos generar enfrentamientos físicos, de ahí la distancia. Sí se trataba de repudiar a quienes reivindicaban el genocidio y andaban libres en función de las leyes de impunidad. Las consignas seguramente se escuchaban en la misa. Y así, al desconcentrarse los asistentes a la ceremonia, se desconcentró también la columna del Frega, satisfechos por la convocatoria.

Se acercaban las legislativas del ’87 y varios miembros del Frega volvieron a militar en sus espacios políticos y habían proliferado los grupos de grafiteros que, en mayor o menor medida, continuaron con la idea original de Los de la nuca: que las paredes hablaran, que la democracia incluyera esas formas de expresión.

Años después la señal de cable local realizó un reportaje a dos miembros originales de Los de la nuca. Por un acuerdo previo, las cámaras sólo enfocaban desde atrás a los grafiteros quienes, claro, no dieron su nombre. Pero dieron la nuca.

Al Negro Miguel, a Daniel (el espejo). Dos de la nuca que ya no están.

*El autor es columnista de HoraCero y coordina el sitio Metapoesía / HORACERO

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